lunes, 2 de marzo de 2015

LA PALABRA SIN MENSAJE

 18F vs 1M. Otra vez, el país de las antinomias.
 Un capítulo más en nuestra historia, atrapante como ninguna. Ayer, escuchamos a la Presidente de todos los argentinos pronunciarse frente a la Asamblea Legislativa dando inicio a las sesiones ordinarias en el Congreso. Curioso discurso, ya que en ningún momento la escuchamos abriendo efectivamente las sesiones, pero ya lo sabrá usted, es el sello personal de nuestra primer mandataria.
 Tres horas y cuarenta minutos, aproximadamente. Lógicamente pensará que la Señora tenía mucho que decir si su alocución le tomó más de 200 minutos. Aunque haya lugar a discrepancias, puedo comentarle que fueron 200 minutos de todo, menos humildad y autocrítica. Esta vez, no muy diferente a las anteriores, escuchamos de economía: precios cuidados, ahora 12. Escuchamos de industrialización: más de 300 parques industriales, estatización de ferrocarriles. Escuchamos de política exterior: acuerdos con el tigre asiático. Y también escuchamos de justicia: "partido judicial", jueces que se independizan de la Constitución... Muy bien, más allá de ideologías e intereses, se le concede, naturalmente, una opinión a la Jefa de Estado. Lo que no concuerda con lo que representa en su cargo, es la tremenda confrontación que presenta en su discurso, la manera en que directa, o indirectamente, habla a un país que parece ser sólo de algunos. Un país que disfrutan quienes se bajan de los micros, aguantan sus banderas militantes afuera del Congreso, y la aplauden incondicionalmente. 
 Ciertamente, creo que no le vendría mal algo de decoro en sus palabras, tómese esto como un simple y raso consejo. Me refiero al respeto que debiera inspirar su presencia, pues no se trata de un ciudadano cualquiera, hablamos de la más alta figura en la jerarquía de una república. Cabe destacar que tampoco estamos frente a un discurso entre muchos, sino que es un fenómeno al que ya nos tiene acostumbrados, con su verborragia desmedida y atacante, violenta e irónica. Porque en sus palabras encontramos contradicciones repetidas, escuchamos felizmente hablar de inclusión, pluralidad y libertad de expresión, pero más adelante se referirá a nosotros y ustedes, a quienes les deja el silencio para quedarse con la alegría, a algunos "estúpidos", "chiquitos de cabeza y neuronas"... Usted no querrá estar en boca de la Presidente, ya lo creo.
 Cada vez que enciendo el televisor, preparándome para alguna cadena nacional de gran importancia claro, viene la decepción, la rabia y por supuesto, la angustia. Angustia de pensar que es un modelo que muchos otros funcionarios imitan, y así es como encontramos diputados que van "con los tapones de punta", que insultan a otros diputados en plena sesión. También hay jefes de gabinete rompiendo diarios, altos funcionarios en guerra vía Twitter cual quinceañera. Dígame usted, si no se nos ha ido un poco la mano con todo esto, y no me refiero únicamente a la Señora y sus discípulos. Bien nos vendría un poco de autocrítica, reflexionar sobre todo lo que ha pasado este último tiempo. Tal vez así arrojemos luz sobre tanta oscuridad, ¡qué bueno sería!
 Como ciudadana común, aún mantengo el privilegio de expresarme a través de las redes sociales a mi antojo. Es un privilegio que quienes tienen la responsabilidad de dirigir un país, representar a millones de personas, y la obligación de hacerlo con valentía, seriedad y honestidad, ya no pueden permitirse. ¿Quiénes se encuentran en medio de esta guerra fría? Usted, yo, todos.
 ¡Qué ejemplo para la sociedad! Porque déjeme comentarle, que la política ha pasado a ser un tabú, si es que usted no quiere enemistarse con su prójimo. En este caso, la reflexión apunta a la palabra sin mensaje, que excluye, divide, enfrenta. La palabra que critica con agravios, difamando burdamente y sin escrúpulos. ¡Y qué le cuento del discurso narcisista! Que sólo ve lo bueno en su gestión, y se tira flores. Autocrítica, cero.
  Entre tanta verborrea indiscriminada, le cuento que el argentino sólo quiere paz. Abrumado de discursos presidenciales interminables, guerras mediáticas y acusaciones infames, sólo busca algo en que creer. Alguien que llame a la unidad, a la esperanza, y que no nos haga meternos bajo la cama después de un tuit de repercusión mundial. Sólo quiere enorgullecerse.
 "No dejo un país cómodo de gobernar, le dejo un país cómodo a la gente." Lastima tener que preguntarse ¿qué país es ese? Yo también quiero vivir en él.